Brasil se vistió de carnaval, aunque no fuera febrero. Aquel 27 de julio de 2011 prometía ser una fiesta impresionante y paralizó desde las calles más remotas hasta las playas más concurridas de todo el país. Algo extraordinario iba a ocurrir: un instante destinado a condensar décadas de historia futbolística y a quedar grabado en la memoria colectiva. Un veterano Ronaldinho y un jovencísimo Neymar se unieron para regalar al mundo una noche única y épica a partes iguales.